domingo, 26 de octubre de 2008

PODER INTERIOR


Peñarol se recuperó rápido. La derrota del viernes ante Estudiantes de Bahía Blanca había sido un duro golpe, pero éste fue bien y rápidamente asimilado. Anoche, el “milrayitas” venció a Independiente de Neuquén, por 107 a 96, y como también perdió su invicto Estudiantes de Bahía Blanca, el equipo de Sergio Hernández se ubicó en situación expectante en la Zona Sur, cumplida la sexta fecha de la primera fase de la Liga Nacional “A” de Básquetbol.

De entrada, nomás, la conexión Román González-Byron Johnson empezó a otorgar dividendos para la causa peñarolense. Tanto, que el promocionado Brice Assie tuvo que irse más temprano que tarde al banco porque hacía agua en defensa. Entre los dos internos del local -que volvió a ejercer esa condición en el estadio de Once Unidos-, anotaron 24 de los 26 puntos de Peñarol en el primer cuarto.

Estaba claro que la estrategia apuntaba a hacer jugar a sus internos, y al respecto, más allá de la muy buena producción de Román González (28 puntos, 7 rebotes, 6 asistencias y 2 tapas), Johnson jugó, por lejos, su mejor partido desde que llegó al equipo de Garay y Santiago del Estero. Esa sobrecarga interior generó una superioridad manifiesta que de alguna manera marcó el posterior desarrollo del encuentro.

Durante ese cuarto de apertura y también en el análisis retrospectivo de la primera mitad, la imagen de un Peñarol muy superior en el juego no encontraba relación con lo apretado de las cifras.

Si bien en el primer cuarto el perímetro de Independiente sostuvo las aspiraciones del visitante, ninguno tenía una noche excesivamente inspirada. La explicación, entonces, llegó por el lado de una tendencia que viene mostrando este Peñarol versión 2008/09: ciertas momentos de desconcentraciones que provocan lagunas de juego pronunciadas y que le pueden hacer pagar un precio muy caro. En este partido en particular, no le costó la derrota y ni siquiera vio amenazada su victoria. Pero tuvo que trabajar hasta el final cuando pudo haberle puesto el moño al regalo mucho antes. Sobre todo, teniendo en cuenta el excelente juego ofensivo que desplegó el conjunto “milrayitas”.

Independiente tuvo como virtud no rendirse nunca en la adversidad. Cuando llegó a perder varias veces por 15 o más puntos, e incluso recibió numerosas sanciones disciplinarias (técnicas o antideportivas) que le facilitaban la resolución a su oponente. Aún así, con un gran Cedric Moodie (en una edición mejorada respecto de aquel que pasó por Peñarol en la temporada pasada), el empuje de Federico Marín -hasta que fue descalificado por dos faltas antideportivas-, y las corridas de Agustín Carabajal, el “rojo” nunca se entregó. Eso sí, en defensa, poco y nada, aunque justo es reconocer la muy buena noche del local en ataque, extrañamente inseguro con sus tiradores abiertos, pero capitalizando al máximo el juego de pases cercanos al canasto rival. Ese pase extra en la zona de la pintura casi siempre derivó en un tiro cómodo y de alto porcentaje (el local registró un 70% de eficacia en dobles, una enormidad). Y contra esos guarismos, no hay respuesta posible.

La síntesis:

Peñarol (107): P.S. Rodríguez 11, D. Jackson 15, M. Mata 14, B. Johnson 25 y R. González 28 (FI). S. Vega 2, L. Picarelli 2, A. Reinick 2, J. Muruaga 0, A. Diez 8. DT: Sergio Hernández.

Independiente (N) (96): A. Carabajal 12, C. Moodie 26, F. Marín 17 (descalificado), B. Assie 12 (x) y J. Scales 8 (FI). N. Mielke 6, P. Heit 2, L. Lauro 5, M. Melo 8, J. Levrino 0. DT: Mauricio Santángelo.

Estadio: Once Unidos.
Arbitros: Fernando Sampietro y Sergio Tarifeño.
Parciales: 26-20, 54-48 y 80-69.

Marcelo Solari

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