jueves, 11 de diciembre de 2008

14 AÑOS DESPUÉS,LA REVANCHA FUE TERRIBLE


Pasaron 14 años y medio. Anoche había chicos en la tribuna que tenían menos que eso, un segmento de 20 a 25 años que seguramente no vieron el partido. Había también quienes recordaban aquel 25 de enero de 1994 y habían estado en el Super Domo, vibrando con un partido (una batalla) que sobre el final se quedó Atenas.

La vuelta al escenario máximo de la liga fue con un partido acorde a las expectativas. Ya hablamos de la previa, el partido fue un regalo. Se ha dicho con toda razón que el básquetbol es un juego de ajedrez en movimiento o a toda velocidad. Anoche Peñarol y Atenas lo demostraron. Fue defensa contra defensa, las armas que utilizaron uno y otro para anularse, la inteligencia táctica, los dominios individuales. Ninguno de los dos pudo disfrutar de lo que pretendía. Hubo tanto contenido enriquecedor que no alcanza una nota para describirlo.

Si se puede decir lo siguiente a modo de resumen: Quienes amamos al básquet vimos un gran partido, con la intensidad y los nervios de un juego de play off.

De movida los dos equipos se anularon sus armas más decisivas. Acaso se esperaba que Peñarol saliera con un ritmo un tanto más vertiginoso, por el contrario aguantó el balón y Tato Rodríguez le quiso dar a su equipo juego de pases, pausa. Cuanto más lento era el partido mejor era para Atenas. La marca cordobesa lo atrapó, perdió 4 pelotas en los primeros 4 minutos, cometió una falta y se tuvo que sentar en el banco. Primer punto para Atenas.

El partido cambió radicalmente con dos situaciones: la primera fue el cambio de Picarelli por Rodríguez. El segundo fue la tercera falta de Kanté en el primer cuarto (inventada por el árbitro Smith) y alimentado por un técnico al banco visitante por protestar. El tanteador entonces reflejó vaivenes. Primero se fue por 9 arriba Atenas (3-12) pero enseguida Peñarol pasó al frente (15-12) con un parcial 12-0.

Con Kanté afuera sentado por faltas, era natural que Román González saque ventajas, pero el pivote de Peñarol chocó contra una gran noche de Osella. El déficit (importante) de Peñarol fue no encontrar en toda la noche (a veces ni siquiera lo miran) a Byron Johnson. El ala pivote norteamericano se fabrica sus puntos ante la carencia de juego que le llega. El perímetro no se la pasa, ya sea porque se ubica mal o porque lo usan de faro, y Byron la ve pasar. De todos modos Johnson fue el mejor de aquel primer cuarto. Atenas respondió con algo de Locatelli yendo hacia adentro provocando foules.

Desde el final del primer cuarto, Sergio Hernández dispondría una formación de mitad de cancha que le haría la vida imposible a Atenas y que la mantendría todo el partido: sin alero alto. Es decir, sin Mata por lesión el reemplazo natural es Vega o en su defecto ahora Malara (que no debutó). Hernández decidió en cambió crear problemas con Jackson de alero, junto a Muruaga y Picarelli o en su defecto Tato Rodríguez.

Pero era mover un peón, para que el otro técnico haga su jugada. Magnano apostó un rato con el pibe Bruno Barovero por Locatelli para generar un perímetro más bajo que contuviera al de Peñarol.

Como Figueroa demostró que no era su noche y Picarelli estaba ganando el duelo de bases no le quedó más remedio al técnico cordobés que mandar a Bruno Lábaque a la cancha. Y Bruno entró muy bien. Enseguida se adueño del partido. Nadie descubre nada si se recuerda que Picarelli no es un base esencialmente hacedor de juego. Más bien su tarea consiste en ser revulsivo, imprimir velocidad, marca asfixiante, pero no esencialmente dar juego. Por eso sacó ventajas Atenas que lo tuvo a Lábaque más cerebral repartiendo mejor los balones.

El partido fue de extrema paridad en el resto del segundo cuarto. Se sucedieron las variantes enriquecedoras. La zona de Atenas, luego de la Peñarol. Ambos equipos marcando presión todo el campo, con distintas variantes. Hubo algo diferente al resto de los partidos que suele jugar Atenas. Acaso por que haya escondido, o por anticipar un mal mayor, el conjunto cordobés no quiso doblar al hombre con balón en la media cancha. Algo que acostumbra a hacer de memoria y transforma a su defensa en un verdadero perro de presa.

Se me ocurre pensar en la ausencia de Leo Gutiérrez en este sentido como gravitante para dicha resolución.

El tercer cuarto fue decisivo para el partido. Fue el segmento que mayor diferencia hubo en el desarrollo, no así en el tanteador. Atenas fue en dicho parcial superior a Peñarol pero no pudo sacar la diferencia que justificara el gasto. De todos modos ganó el cuarto 17-22 con 8/16 en tiros de campo más 4/6 en libres. Peñarol en cambio no pudo siquiera provocar faltas.

Fue el momento de la noche que Peñarol lució perdido, a la deriva. El local careció de un armador de juego confiable. Abusó de la individualidad y aprovechó poco la supremacía de Román González en la pintura.

Tampoco se puede hablar de grandes diferencias. De a ratos uno fue mejor que el otro pero en líneas generales Atenas manejó el desarrollo y Peñarol encontró variantes.

Para el cuarto final la “batalla” venía arrastrando el cansancio (y con ella la malas decisiones). Los nervios de llevarse el partido jugaron un papel importante (en los dos) y afectaron a los porcentajes. Lanzaron mal parados, con la marca encima. Incómodos.

Atenas en ofensiva salió a jugársela con el perímetro y lanzó 1/8 en triples cuando debió liquidar el partido.

Por Peñarol apareció Jackson para sostener a Peñarol, que se olvidaba de jugar con sus pivotes. Si hubiese sido más metódico, la historia se habría acordado de darle más. Pero Peñarol habilitó lo justo y necesario a sus internos. Se fue Kante por faltas y se abrió un hueco en la zona pintada propicia para seguir alimentando a Román y Byron, que nunca fue aprovechado. En diez minutos el parcial fue 15-11. Sobre el final dos libres de David Jackson igualaron en 71-71 y en la última ofensiva de Atenas Peñarol decidió defender. Cerraron muy bien el camino de Lábaque y el partido se fue al suplementario.

Cosa rara. En 10 minutos los dos equipos apenas si se habían anotado puntos. En cambio el suplementario se dio a todo gol. Hay veces que cuando un equipo corre de atrás y alcanza se siente ganador. Esto le pasó a Peñarol que cuando llegó al tiempo extra tomó confianza. Una acción de González lo sacó de la cancha a Osella por quinta falta personal y Atenas se quedó sin pivotes.

De todos modos el que aprovechó fue Johnson junto con el escolta David Jackson, al final la figura de la cancha. Se apagó en ofensiva del todo Figueroa (triste noche) y Lábaque sólo no pudo. Andre Laws entonces se encargó de la faz anotadora pero Atenas no era ya un equipo tan compacto. Atacaba con mucha individualidad y en defensa no podía ser sólido. En solo 5 minutos del suplementario el parcial fue 17-11 mayor al último cuarto entero.

Atenas no se rindió y dio lucha hasta el final. El resultado final (88-82) dice que el desarrollo es más holgado de lo que fue en realidad. En verdad hubo un partido luchado hasta el último minuto, de paridad, de emoción, de estrategia, de ganas de ganar. Un partido que queda grabado en la memoria colectiva de los hinchas. Con victoria de Peñarol esta vez como venganza de un lejano 25 de enero del 94. Como revancha de un invicto que se cortó, ahora dos veces, en 17.

Síntesis

Peñarol (71) (88): Sebastián Rodríguez 3, David Jackson 22, Sebastián Vega 4, Byron Jonson 18, Román González 19 (FI); Alejandro Diez 7, José Muruaga 9, Lucas Picarelli 6 y Alejandro Reinick 0. DT: Sergio Hernández.

Atenas (71) (82): Juan Pablo Figueroa 5, Andre Laws 19, Juan Manuel Locatelli 15, Cristian Romero 14, Djibril Kanté 4 (x) (FI); Bruno Lábaque 8, Diego Osella 10 (x), Federico Ferrini 7 y Bruno Barovero 0. DT: Rubén Magnano.

Parciales: 22-19, 39-38, 56-60 y 71-71
Árbitros: Alejandro Ramallo y Roberto Smith.
Estadio: Polideportivo Islas Malvinas (3300 espectadores)



Pablo Tosal
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